Martes 4 de Junio. Las 5 heridas del niño interior. La herida del rechazo.



Cuando nacemos, hemos elegido de antemano la familia y el medio ambiente más idóneo en el que decidimos experimentar las diferentes vivencias que hemos elegido trascender, disfrutar, desarrollar en esta Vida.
Todos tenemos un pasado. Es nuestro niño Interior el que guarda los recuerdos de nuestra infancia. Comienzan ya desde la concepción, marcan nuestro carácter, dejan huella, pueden condicionar nuestra vida adulta. 
Las mismas circunstancias se repetirán una y otra vez, hasta que seamos capaces de Reconocer nuestras heridas, de Aceptarlas y perdonarlas. Hasta que seamos capaces de aceptarnos, perdonarnos y Amarnos a través de ellas.
Cuando se produce una situación cualquiera en nuestro día a día y no la aceptamos (emitimos juicios, nos sentimos culpables o hacemos culpables a otros, nos produce temor, por lo que no avanzamos, ni la trascendemos, ni la enfrentamos, damos marcha atrás, nos quejamos de todo y a todo el que nos quiera oír o cualquier otra forma de no aceptación) nos convertimos en imanes que atraemos sin cesar momentos y personas que nos harán revivir esta misma experiencia.
Aceptar una situación no quiere decir que estemos de acuerdo con ella. Se trata de ayudarnos a comprender lo que nos es beneficioso y lo que no lo es. Tenemos que adquirir consciencia de las consecuencias que trae consigo la experiencia. Todo lo que decidimos, hacemos o no, decimos o callamos, lo que pensamos y sentimos o no, entraña consecuencias. 
Tenemos que aprender a elegir y a aceptar lo que queremos hacer contando también con las posibles consecuencias que acarrean nuestras acciones o nuestra inacción.

Debemos permitirnos transitar la situación las veces que nos haga falta, hasta poder transformarnos y trascenderlas. Entonces ya no volverán a repetirse.
¿Por qué no lo comprendemos desde un principio? Aquí el protagonista es nuestro ego, las creencias limitantes, el programa que traemos de base. Estas creencias nos impiden ser lo que Somos, lo que deseamos ser.

Cuando estamos convencidos de que queremos dejar de sufrir, necesitamos actuar desde un nuevo “desde donde” hasta ahora desconocido para nosotros. Esa es la manera de obtener otros resultados, de transcender y dejar de actuar como hasta ahora, fruto de tanto patrón aprendido y de las creencias limitantes. 
Cuando solo hagamos caso a nuestro Corazón, a nuestra intuición, a esa inspiración que nos hace descubrirnos y vernos de una manera diferente, a nuestro Dios interior, viviremos en esta Aceptación. Aquí no entran los miedos y el ataque, la competencia y las comparaciones posibles a los que es tan adicto nuestro ego. 
Para aceptar lo que nos ha ocurrido, tenemos que aceptar la situación y lo que han elegido los otros implicados si los hubiese. Pero también tenemos que aceptarnos, permitirnos no estar de acuerdo con la persona, la circunstancia que nos ha causado el dolor y por otro lado perdonarnos por haber sentido ese dolor, ese resentimiento.
Las experiencias difíciles que vivimos tienen como finalidad mostrarnos que somos iguales a los demás y actuamos de la misma manera. Todos somos todo. Nosotros hacemos lo mismo que cualquiera si compartimos las mismas circunstancias en la vida. 
A nadie más que a ti le compete decidir ser dueño de tu vida. Dejémonos guiar por nuestro Dios interno hacia las personas y situaciones que necesitamos para nuestro mejor crecimiento y evolución de acuerdo con el plan de vida elegido. Esta atracción está determinada por aquellos objetivos que aún no hemos logrado vivir desde el Amor y la Aceptación en nuestras vidas anteriores.
Lise Borbeau habla de cuatro etapas en el niño: la primera es la alegría de ser él mismo. La segunda, cuando conoce el dolor de no tener el derecho de ser él mismo. Llega enseguida la tercera etapa, la de la rebeldía. La cuarta es cuando el niño se resigna, con objeto de reducir ese dolor de no ser aceptado,  comienza a transformarse/disfrazarse de lo que le parece que los demás quieren que sea. Tercera y cuarta etapa es cuando generamos las “máscaras”, son cinco y corresponden a cada una de las heridas.
Tengamos en cuenta que hay personas que se sienten rechazados e injustamente tratados, rechazados y traicionados, abandonados y humillados…
Es muy importante estar atentos a la descripción de cada herida. Con el progenitor con el que nos llevamos mejor durante la adolescencia y al que más amamos, es con el que más tenemos que resolver. La negación es la primera reacción a esta comprobación. Este es el principio de la curación.
Otro dato a tener en cuenta y que facilita la comprensión, la compasión, el perdón y la sanación, es que suelen coincidir las heridas en niños y en padres.
La primera reacción por lo general es no identificarte, rebelarte y no aceptar la descripción de la máscara que te has creado para evitar sufrir. Date tu tiempo.
Debido a estas vivencias en el niño, se acumulan 5 heridas: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.
Si no las enfrentamos y resolvemos, nos acompañan a lo largo de mucho tiempo. Afectando nuestra autoestima y por tanto la relación con los demás. 
Hoy veremos la herida del miedo al rechazo. Surge desde la concepción hasta el primer año de vida.
Es una de las heridas más profundas. Está determinado como uno de los mayores daños emocionales que podemos experimentar las personas. Implica rechazo a nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias.
Nace del rechazo de los padres hacia su hijo, del progenitor del mismo sexo. En ocasiones incluso sin haber ninguna intención por parte de ellos. Por tener miedo al embarazo. Por venir en un mal momento económico, por tener ya muchos hijos, ser fruto de un abuso, ser de distinto sexo al deseado...
Los niños buscan la aceptación y el Amor de ese padre/madre y su reconocimiento de una manera muy intensa. Comienzan a generar una máscara para protegerse de ese dolor, se infravaloran. Se caracteriza por una personalidad huidiza. En los niños una de las características es crearse un mundo imaginario.
Entre los comportamientos típicos encontramos: apatía, retraimiento, conductas depresivas, alteraciones nerviosas, impulsividad, desobediencia, comportamiento violento.
La sobreprotección es otra de las formas que favorece que el niño se sienta incapaz de afrontar la situación del día a día, por lo que se ve rechazado, se siente desvalorizado... sus capacidades no son suficientes, no es válido y por eso le tienen que proteger y hacer todo por él.
La máscara de la herida del rechazo es la del huidizo. Está Desvalorizado. Tiene miedo a todo. A tomar decisiones, a expresar lo que piensa, a hacer lo que siente.

Esta situación le llevará a lo largo de su vida a buscar continuamente el reconocimiento de los demás, que le costará satisfacer.
La persona herida de rechazo, se siente débil,  se vuelve muy susceptible, se abandonan, puede sumirse en la depresión. Es normal que prefiera la soledad. Si tiene que compartir con más gente intentará pasar desapercibido. Aparecerá camuflado bajo cualquier disfraz, apenas sin hablar...

Sabotea los momentos en los que resulta elegida, no se lo cree. De la misma manera que cuando no lo es, se sigue sintiendo rechazada. 
El adulto tendrá la tendencia a rechazarse a sí mismo, le produce retraimiento, buscar la perfección a toda costa. Rechazará también a los demás y las experiencias placenteras y de éxito. Se identifica con ese rechazo y no se sentirá merecedor. Tendrá la sensación de un vacío interno. 

Pueden ser personas muy delgadas, personas que sacian esa insatisfacción con comida, se recompensan con alimentarse de más. Personas que fuman, el humo es su compañero. Personas que actúan de manera violenta para llamar la atención. Niñas muy jóvenes que buscan este reconocimiento a través del sexo. Enfermedades de la piel para separarte de los demás... buscarte parejas que te rechacen, que no te valoren. 
Para sanar la herida del rechazo hay que reconocer y aceptar la herida. Entonces podemos empezar a borrar estas memorias dolorosas. Perdonarnos a nosotros mismos y a los demás implicados en la situación, lo que nos hacemos y lo que nos hacen. Ser capaces de asumir que no hay culpables.

No tiene nada que ver con leer libros, hacer cursos y escuchar audios. Hay que asumir nuestra responsabilidad 100%. 
Es la Acción la que sana. Ante las mismas circunstancias, actuemos distinto. Atrevámonos a decir lo que pienso y a hacer lo que siento... ni miedos, ni juicios. El ego aparecerá insistentemente para intentar que creas que estás equivocada. 
Hay que tomar la determinación de trabajar nuestra autoestima. Comenzar a Apreciarnos, a Valorarnos y a respetarnos, a reconocer nuestras capacidades sin mendigar la aprobación de los demás. De esta ReValorización, conectaremos con la energía del merecimiento, directamente ligada a la abundancia. Abriremos una puerta a las infinitas posibilidades.
Es importante ser consciente y amar lo que tenemos, nuestras capacidades, nuestros logros, por pequeños que estos sean. Cuidar nuestro diálogo interno, piensa que lo que salga de nuestra boca nos curará o nos dañará. 
Estar seguro de ti mismo. Regálate lo mejor, premia cada uno de tus logros. Mímate. Regálate rodearte de gente que te sume, que sea positiva para ti y tu progreso.
Aceptar la herida como parte nuestra, para poder reconocer las emociones y los sentimientos encapsulados en nuestro cuerpo. Si lo negamos, no podemos sanarlo.
Comenzar a ponernos primero, a cuidarnos, a aceptarnos incluso a través de nuestras heridas, darnos el valor y el respeto que sin duda merecemos, aprender a estar contigo mismo, darte ese tiempo necesario para respirar, meditar, es imprescindible para seguir recorriendo paso a paso nuestro camino.

Si aprendemos a Conocernos y a transformar nuestro pensamiento a través de la meditación, el rechazo pasará a un segundo plano.

La primera prueba es cuando eres consciente que tu entorno empieza a cambiar. Que el trato y el respeto de las personas que te rodean es diferente. Empiezan a desaparecer las disputas, las defensas y los ataques... Los momentos se vuelven más amables. 

Cómo defendía el Dr Leen es importante hacernos amigos del inconsciente a través de nuestro niño interior, para así obtener la sanación, el perdón y la transmutación de las memorias dolorosas lo más rápidamente posible.

MEDITACIÓN. Visualización conexión con nuestro niño interior. 

Sentados cómodamente. Con la espalda erguida y los pies firmemente en el suelo. Nos relajamos, cerramos los ojos. 

Vamos a contemplar, a observar, a ocuparnos y sanar la relación más importante en la creación. La relación mente consciente (madre) y el subconsciente (niño interior). 

Hacemos tres respiraciones profundas, a nuestro ritmo, como nos resulte más cómodo, relajamos los pies, tobillos, pantorrillas, rodillas, muslos, cadera, abdomen, pecho, brazos, cuello, cabeza...

Visualizamos una imagen de cuando éramos niños...da igual la edad que tengamos.

Recordemos el nombre cariñoso que nos daban cuando éramos pequeños. Llamémosle por este nombre o pongámosle el nombre que queramos si es que no lo teníamos.

Visualizamos a ese niño frente a nosotros. Nos acercamos con mucho Amor. Le saludamos.

Hola Bella, ¿cómo estás?

"Lo siento, "Perdóname" por no haberme ocupado de ti. "Nos amo". Confía en mí, estaré siempre contigo, me ocuparé de ti. "Gracias" por formar parte de mí. Por confiar en mí. Por aceptar y darme una oportunidad de mejorar. 

Así estamos limpiando, borrando y corrigiendo esas memorias dolorosas grabadas. "Suelta y Confía" pidámosle que se libere de esas creencias limitantes, de esos pensamientos recurrentes, de esos recuerdos dolorosos que crean esta realidad que una y otra vez se repite en nuestras vidas. 

Ahora, le pedimos ayuda para un problema, una situación, un dolor o malestar concreto.

Deja ir todas las memorias, los recuerdos, los pensamientos dolorosos que me hacen experimentar esta situación. No sé cuales son las memorias, ni quiero saberlo. Tú si sabes cuales son... las que me han creado esta enfermedad, esta escasez, preocupaciones materiales, enfrentamientos, peleas, discusiones... Por favor, déjalas ir. Las entregamos, las ofrecemos a la Divinidad. 

Divinidad por favor, ayúdanos a liberar estas memorias dolorosas que causan esta situación no deseada.

¿Qué es lo que está pasando en mí que genera este problema? Por favor limpia todas las memorias que tengamos que crean esta situación no deseada. Las entregamos a la Divinidad y le pedimos que las libere y que las transmute en pura Luz.

Gracias, gracias, gracias por estar dispuesto a dejar ir todo este sufrimiento, este dolor, para que tú y yo podamos limpiar estas memorias, desbloquear estas situaciones. Avanzar hacia la unidad, el Amor, la Luz.

Divinidad por favor, ayúdanos a liberar estas memorias dolorosas que causan esta situación no deseada.

Terminamos haciendo 3 respiraciones conscientes.

Una vez acabadas las tres respiraciones, volvemos al momento presente, agradeciendo la experiencia. 

Gracias, gracias, gracias.

Abrimos los ojos Bellos. 


"Para entrar en el reino De Dios, los Hombres deben transformarse en niños"
Jesús (Mateo 18:3) 


Luz y Amor,

María Luisa Ferrer Arroyo
Red de Ho'oponopono Agartam



 






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